“Muriel acaba de terminar la carrera de magisterio y se dirige ilusionada a su primer destino, donde las ilusiones de la joven maestra chocan con la dura realidad en un pueblo perdido entre las montañas del Pirineo navarro. Poco a poco, Muriel supera su desánimo, descubre su auténtica tarea y advierte que los campesinos de Beirechea, bajo sus toscas apariencias, son personas receptivas. Y en el joven aparentemente más extraño del pueblo encuentra a un hombre afectuoso y sensible que complementa su destino humano.
Una excelente novela realista ambientada en el mundo rural.”
Sinopsis del Premio Gran Angular de 1981.
Fuente: Lucía Baquedano. (1981). Cinco panes de cebada. Madrid: Editorial SM, Gran Angular.
Reflexión, análisis del libro y opinión personal.
Lo más me llamó la atención de este libro fue su título: muy apropiado para una novela realista ambientada en la España rural. Sin embargo, aunque no pensaba que me fuera a gustar, porque no suelo leer literatura realista, y mucho menos rural, el libro me cautivó ya durante las primeras líneas. Una chica que acaba de terminar la carrera de magisterio, que está desilusionada porque no le han dado el destino que ella quería pese a tener brillantes notas y que, además, le gustaría tener más tiempo para escribir, como se insinúa al comienzo del primer capítulo, era todo lo que necesitaba para saber que Cinco panes de cebada hablaba un poco de mí.
Normalmente tardo menos de una semana en acabar un libro, bien porque intento terminarlos cuanto antes porque no me están gustando o bien porque el libro me dura poco, qué le voy a hacer; pero con esta vez no me ha pasado eso. Desde el principio me propuse desmenuzar cada capítulo y anotar todas las ideas que me iban surgiendo mientras lo leía. Intentaba relacionarlas con la teoría de nuestras clases y, partiendo de que fuera una experiencia real, preguntarme cómo reaccionaría yo si me encontrase en una situación parecida. Para empezar me sentiría igual que la protagonista, Muriel. No tendría ninguna gana de trabajar en un pueblo, más que nada porque yo no me he criado en uno como la mayoría de los chicos y chicas de mi edad, pero sobre todo porque me sentiría algo angustiada con tanto espacio abierto a mi alrededor —claro que, el pueblo del que habla la novela está situado en Navarra y yo siempre que pienso en un pueblo me viene a la mente uno castellano. No hay color, para qué engañarnos—. Pese a todo, supongo que acabaría cediendo e iría al pueblo.
Me gustó especialmente esta parte, a pesar de que se desarrolla al comienzo del relato, creo que es mi suceso favorito dentro de la novela. Aquí se nos plantea la necesidad de salir de nuestra zona de confort para poder madurar y desarrollarnos. Algo que considero fundamental en el ámbito de la educación: si no motivamos a nuestros alumnos —o escolanos, como se dice en la novela— para que abandonen su zona de confort, no podrán aprender nada nuevo. Nosotras también, como maestras pero sobre todo como personas, debemos abrir nuestros horizontes y experimentar cosas nuevas. De esta forma nuestra enseñanza será más eficaz.
En un primer momento, la opinión de Muriel sobre los habitantes del pueblo es un tanto negativa. Como cualquiera que llega a un sitio nuevo, la protagonista necesitará un tiempo para adaptarse. En ese momento, no encuentra más que obstáculos que van dificultando poco a poco su trabajo. A pesar de ello, a medida que avanza la trama, vamos viendo cómo su punto de vista se flexibiliza y, donde antes veía problemas, ahora descubre oportunidades. De esta forma su relación con otros habitantes del pueblo y con sus alumnos se va afianzando. Se muestra así el valor de la amistad, la necesidad que tenemos los seres humanos de comunicarnos para desarrollarnos como personas y crecer emocionalmente. Muriel va a sentirse sola y abatida en muchos momentos, pero es el cariño de la gente del pueblo y las conversaciones que mantiene con personas de más experiencia lo que le ayudará a salir adelante. Así, poco a poco, aprenderá a disfrutar de los pequeños regalos que nos da la vida y a ver el mundo de otra forma: apreciará más el entorno, la naturaleza, e incluso llegará a distinguir los procesos de cambio en el campo, que tan bien conocen sus escolanos. Lo cual demuestra que en el libro están muy presentes los ítems educativos. Muriel está ahí para educar a sus alumnos, enseñarles las distintas materias. Sin embargo es ella quien más aprende y el personaje que más se transforma de todo el libro.
Así pues, cuando Muriel, quien en un principio estaba decidida a abandonar el pueblo en cuanto tuviera la oportunidad, se ve rechazando el trabajo de sus sueños por seguir en Beirechea. Este hecho me hace pensar que, aunque tengamos claras nuestras opciones y nuestro rumbo en la vida, siempre es bueno darle una oportunidad a lo desconocido. Tener varias opciones para elegir, a la larga, nos hace más libres. Y la libertad, de hecho, es una parte fundamental de la educación. Esta libre disposición es la que le hace a Muriel evolucionar y madurar como persona, pues al quedarse en el pueblo de forma voluntaria empieza a perfeccionarse como maestra y comienza a sentirse, por primera vez, parte del pueblo.
Uno de los detalles que más me han gustado del libro es el valor a la literatura que le da Muriel. Su insistencia en que los niños lean, provoca que varios adultos se sientan tentados también a recuperar dicho hábito. Así podemos ver cómo la educatividad que ejerce un maestro no solo afecta al alumnado, sino también a sus familias. Aunque, en este caso, la influencia de Muriel alcanzó a casi todo el pueblo, pues, de una forma u otra, la mayoría de los personajes principales se ven afectados por la presencia de la profesora. Tanto es así, que una de sus alumnas, que en principio no tenía ningún interés por el estudio, se enfrenta a su padre para que le deje salir del pueblo y hacer el Bachillerato en Pamplona. Este momento me ha hecho reflexionar sobre la cantidad de oportunidades que tenemos y lo poco que las valoramos. También en lo importante que es confiar en uno mismo y en los demás; como Muriel, que siempre estuvo convencida de que lograría que alguno de sus alumnos saliera del pueblo para aprender y tuviera, como ella, distintos puntos de vista para saber elegir bien.
Aunque en el libro se plantea la literatura como sinónimo de conocimiento, se pueden distinguir distintos tipos de conocimiento a lo largo de la novela: el conocimiento cotidiano, que tienen todos los habitantes de Beirechea, el conocimiento religioso o filosófico, que muchas veces le transmite el cura y el conocimiento científico, que se menciona cuando Javier habla del progreso que se consigue usando maquinaria en el campo.
También me ha gustado ver la transformación de Muriel en cuanto a la opinión de sus propios escolanos. Al principio presentaba una postura clara del pesimismo pedagógico, al pensar que nada podría enseñarles, que no tenían ningún interés por la lectura y solo pensaban en las tareas del campo. Después su punto de vista cambió, ella se entusiasmó, y se transformó al optimismo pedagógico. Creía que todo podría enseñarles, que la educación podría cambiarles la vida y que todos saldrían del pueblo. Sin embargo, al terminar el curso se da cuenta de que las cosas no son tan fáciles. Aunque el ser humano pueda cambiar y tiene la habilidad de transformarse —educabilidad—, el proceso requiere mucho tiempo y esfuerzo: realismo pedagógico.
Por último me gustaría destacar la metáfora a la que hace referencia el título Cinco panes de cebada. A lo largo de la novela, Javier y Muriel citan varios pasajes de la Biblia. En concreto hacen mención a la abundancia de panes y peces que Cristo repartió a la multitud hambrienta tras su discurso del Monte (Marcos 6:30), a pesar de que sus discípulos no disponían apenas de comida. Este pasaje se emplea como metáfora para explicar la satisfacción personal que produce ayudar a los demás y, más aún, enseñar a otro. A pesar de tener poca experiencia, Muriel logró satisfacer a sus escolanos y sacar el trabajo delante de tal forma que toda la gente del pueblo quedó satisfecha. Ella se entregó de todo corazón a sus alumnos, tal y como Cristo se entregaba a la gente que predicaba. Con este ejemplo, el libro intenta equiparar el acto de enseñar con el de alimentar, recalcando la importancia de la vocación y la pasión por nuestro trabajo; algo que debemos tener presente siempre cuando estemos con los niños pues, si lo meditamos detenidamente, los padres están dejando en nuestras manos lo que más valoran de sus vidas: sus hijos. Y esa es una responsabilidad que solo un maestro puede soportar.